"Para tener confianza en una ciudad extraña se necesita un espacio cerrado sobre el que ostentar un cierto derecho y donde se pueda estar solo cuando el barullo de voces nuevas e incomprensibles aumente. Ese espacio ha de ser silencioso; nadie debe vernos cuando nos cobijamos en él, nadie cuando lo abandonamos. Lo más hermoso es escabullirse en un callejón sin salida, permanecer de pie frente a un portal del que se posee la llave en el bolsillo, y abrir sin que mortal alguno pueda oírlo.
Se accede al frescor de la casa y se cierra la puerta. Está oscuro y por un instante nada se ve. Se siente uno como los ciegos de las plazas y callejas que hemos abandonado. Pero pronto recuperamos la luz. Damos con los empedrados peldaños que conducen al piso, y arriba nos encontramos con un gato. El gato materializa la ausencia de ruidos que tanto extrañamos. Por ello agradecemos que viva, así también se puede vivir en silencio. Le alimentamos sin necesidad de que grite "Alá" mil veces al día. No está lisiado y tampoco necesita abandonarse a un espantoso destino. Puede ser cruel pero no lo dice".
Elías Canetti, De Las Voces de Marrakesh. Pre-Textos 2006
pepe
No hay comentarios:
Publicar un comentario