
La ropa tendida ha dejado de moverse. Las moscas ya no vuelan. No oigo los relojes ni las miradas. Un prolongado aguijón atraviesa el cristal desnudo que circunda la carne, lo solo de una calle imprecisa, la supuración de los sauces y las sombras.
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Eduardo Moga, Poema XXII de Las Horas y Los labios, Bcn, DVD ediciones, 2003, fragmento.
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pepe

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