mi relación con logroño se establece en tres visitas:
1984.
viajábamos desde lleida hasta bilbao. hicimos noche en un convento a las afueras de logroño. por aquél entonces llevaba al padre de una antigua novia para visitar a un familiar en el hospital de cruces de la capital vizcaína. hacía de chófer en un 127 rojo con un montón de hierros que iban desde el volante a los tres pedales y a la palanca de cambio. era un coche adaptado porque el hombre iba en silla de ruedas y para él eran demasiados kilómetros por las carreteras de antaño. resulta que tenía una hermana monja y les parecía de lo más normal caer ahí. la noche se resolvió en cómo ir desde el sótano hasta el tercer piso del convento en la madrugada, para ir al grano.
1998.
camino de santiago. hicimos una siesta junto al río y poco después visité una tienda de reparación de bicis para un ajuste en el cambio.
2013.
ya mismo. agosto clandestino. en septiembre. muchas ganas. con pepe y con mariano. con los amigos de ahí.
òscar
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