Se trata de «El
ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española»
(Ed. Península, 448 paginas, 22,50 euros), obra que
parte de la autobriografía del cantante Santiago Auserón: «Mi
primer propósito era hacer una reflexión personal ligera, no muy erudita, en
torno a mi propia experiencia con las músicas de la negritud partiendo de la
infancia y la adolescencia».
Lo que, por lo general, llevaba hacia una
indagación en torno al rhythm
& blues y sus derivados, en su caso tomó otro camino
inédito: «Había en mí interrogantes a los que no había encontrado respuestas
suficientemente claras. Por ejemplo, ¿por qué recibimos con esa intensidad y
ese anhelo una música que no entendíamos, y que tenía tan poco que ver con la
manera de expresarse, de bailar y de moverse, con la gestualidad relacionada con
la canción popular en
castellano? ¿Por qué esa necesidad de expatriarse, de convertirnos, toda una
generación, en parias en lo musical? ¿Era una mera respuesta al poderío mediático de la industria o
de la electricidad? Siempre tuve la sospecha de que había una predisposición anímica, y al investigar
he podido comprobar que era una especie de trama inconsciente, pero real, que
se había estado gestando durante siglos».
A medida que fue ahondando en las influencias orientales y árabes, en la
presencia de esclavos negros
en la península, en los ritmos traídos por diferentes culturas y borrados de
nuestra historia -por la expulsión
de los judíos o de los moriscos, por ejemplo-, en la métrica de los
versos en la literatura del Siglo
de Oro... reconoce que ya no podía parar: «Todas estas
cuestiones son tan palpitantes y apasionantes, que no me han permitido hacer un
librito de cien páginas de un cantante moderno carrocilla, y me han llevado
durante dos años a aprovechar todo el tiempo libre y una parte del tiempo del
insomnio».
Se acontenta por haber realizado un trabajo difícil de desarrollar en nuestro país, «porque las cátedras de las
distintas disciplinas se comportan como si fueran reinos de taifas que no tienen a bien el
intercambiar sus conocimientos con facilidad».
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«Quiero hacer una llamada a los jóvenes estudiantes a
profundizar. Si no tenéis todavía tema para las tesis doctorales, animáos,
porque aquí hay varios asuntos, en el terreno musicológico, en el de la literatura, en
el sociológico,
en el de la historiografía,
también en el de la antropología
cultural. Aquí hay tema para aportar a las ciencias del
hombre del siglo XXI,
teoría especificamente íbera o de las Españas, o del nombre que nos apetezca
ponerle, cuando empecemos a tenerlo claro. Los nombres importan poco, lo que
importan es la sustancia de los hechos, y la sustancia de los hechos es que
formamos una red interétnica desde hace muchos siglos».
Porque, a pesar de hacer patentes esas raíces africanas en España, bastante
anteriores a su desembarco -y posteriores influencias de ida y vuelta- en Cuba,
Brasil o Estados Unidos, nada
más lejos de su intención que darle un sesgo reivindicativo: «A mí las patrias,
las banderas, las luchas por los orígenes y todo esto me pone enfermo,
directamente. A mí lo
que me vincula con mi tierra son los hechos perdurables, la lengua, los ritmos,
la sensibilidad a la luz y a los aromas y a los buenos alimentos, al vino y a
las cerezas de tu tierra. No es un tema de patriotismo cultural. Para mí se
trata de mejorar la investigación de la trama, la pesquisa».
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«El mundo es muy
vasto, y están pasando muchas cosas, pero predomina una tendencia en la industria cultural y
los medios de comunicación
a no ver más que lo que produce rendimientos más rápidos y fáciles. Entonces
solo se refleja la música más tonta
e inútil, y deja escapar a las que tienen más sustancia, más
emoción, más vibración, y más posibilidades de durar; y que además van a durar,
de todos modos, aunque los medios no lo quieran favorecer».
«Ojalá os
tienten estas pesquisas sobre los estratos de la memoria. Sería muy divertido
que entre todos intentáramos pasarlo a los chavales, si acaso se les estropea
el móvil un rato, o se les bloquea, que admitan charlar un poco sobre estos
temas».
Santiago Auserón.
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