foto beth moon
Yo era
la chica de la
carta en cadena,
la chica que no
paraba de hablar de ataudes y ojos de cerradura,
la de las facturas
de teléfono,
la foto arrugada y
las conexiones perdidas,
la que seguía
diciendo-
¡Escuchad! ¡Escuchad!
¡Nunca debemos! ¡ Nunca debemos!
y todas esas
cosas…
esa
con los ojos medio
metidos bajo su abrigo,
con sus enormes
ojos de azul metálico de arma,
con la vena
delgada en la curva de su cuello
que zumbaba como
un diapasón,
con sus hombros
tan delgados como un edificio,
con su pie delgado
y sus delgados dedos,
con un viejo
anzuelo rojo en su boca,
la boca que seguía
sangrando
en los terribles
campos de su alma…
esa
que seguía
cayéndose dormida,
tan vieja como una
piedra era,
cada mano como un
trozo de cemento,
durante horas y
horas
y luego se
despertaba,
después de la
pequeña muerte,
y luego era tan
suave como,
tan delicada como…
tan suave y
delicada como
un exceso de luz,
con nada peligroso
en absoluto,
como un mendigo
que come
o un ratón sobre
una azotea
sin trampilla,
con nada más
honesto
que tu mano en su
mano-
¡con nadie, nadie sino tú!
y todas esas
cosas.
¡nadie, nadie sino tú!
¡Oh! No hay forma
de traducir
aquel océano
aquella música,
aquel teatro,
aquel campo de
ponis.
Anne Sexton, Love Song
pepe
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