Rene Magritte - Self Portrait , 1923
Hay que hacerse cargo de todo el peso del mundo
y hacerlo ligero, soportable.
Echarlo a la espalda
como una mochila y ponerse en camino.
Preferiblemente al atardecer, en primavera, cuando los árboles respiran tranquilos, y la noche se prevé
apacible y en el jardín chasquean las ramas de los olmos.
¿todo el peso?¿La sangre y la fealdad? Eso es imposible.
Siempre quedará un poco de amargura en la boca
y la contagiosa desesperación de aquella mujer vieja
que viste ayer en el tranvía.
¿Por qué tenemos que mentir? El entusiasmo
existe solo en la imaginación y desaparece con rapidez.
Improvisación, siempre la improvisación,
no conocemos nada más grande o más pequeño
en la música, cuando la trompeta de jazz llora alegre,
o cuando miras la página en blanco
o también cuando huyes
de la tristeza y abres tu libro de poemas preferido;
normalmente entonces suena un teléfono
y alguien pregunta: "¿Desea comprar nuestro
último modelo?". "No, gracias".
Queda la monotonía, lo gris; el luto
que ni la elegía más admirable cura.
Pero quizás haya ante nosotros cosas escondidas
y en ellas la melancolía se mezcla con el entusiasmo,
siempre, cada día, como el nacimiento del alba
a la orilla del mar, o no, espera, como la alegre risa
de aquellos dos monaguillos con un sobrepelliz blanco,
en la esquina de las calles Jana y Marka,
¿lo recuerdas?
Adam Zagajewski (trad Xavier Farré, El Acantilado)
(gracias a adolfo pérez chocarro)
pepe
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