aquel verano marta pensó en marcharse con nick. los días se alargaban en landau como una plancha de plomo líquida y penosa, a pesar de las temperaturas frescas y las noches tan cortas. excursiones interminables a los pueblos cercanos, paseos en barca, lecturas a la sombra del porche, todo le resultaba interminable. el cansancio no era más que un rumor sordo dentro de la cabeza, una nostalgia de huir para pisar lugares que sin embargo aún no conocía. carl y denis se divertían a su pesar.
sólo se entretenía con saki, un perro silencioso y panzudo que no le exigía más que alguna caricia intermitente. salían sólos a rodear el lago, el pero delante, tambaleante por viejo, ella detrás mirando al suelo y no pensando en nada más que en nick. en la manera confusa y torpe en que se despidieron en berlín, una tarde opaca y caliente que se esfumaba cada vez que intentaba atraerla a su mente.
se había prometido a sí misma que no exteriorizaría su desidia durante las vacaciones mientras preparaba el equipaje con ilusión impuesta, dejando que las preguntas de denis la rodearan como insectos, distrayendo respuestas metódicas y lentas. aun así, su cara en el espejo dejaba ver señales de agotamiento y rabia contenida que disimulaba con más maquillaje que de costumbre y menos palabras ácidas. pero la verdad era que no deseaba por nada del mundo irse de casa y ante el horizonte del verano, le estremecía una invariable desazón.
pepe
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