se desarticula como un autómata. pero no es. rompe el suelo, resopla, se para y pide un taxi. ésas manos, joder! nada más empezar tira pabajo una torre de sillas metálicas de bar. ea. puede parecer un gimnasta aúreo, fibroso. pero es un pez volador y un gato en celo. con una mesa hace de todo menos comérsela. muda de piel y se comparta como un ofidio pérfido o como el jorobaíto de nôtre dame, según el caso. undotré/ cuatrosincoséi/ sieteosho/nuevedié/ undó y asín toa la noshe.
israel galván es un ubicuo. cuando se sienta también lo ves bailando, porque aunque ahora cante una sigueriya que parece turquía la señora inés bacán, inmensa gitana de lebrija, todavía están las botas retumbando sobre la tumba abierta de madera y de harina. parece hambriento y obstinado al barrer el espacio con la boca y las manos y al golpearse el cuerpo como una caja hueca, preguntona. y se salta los pasos para llegar al sitio. o que tú no los ves. ésas manitas, coño! será eso. tiene cara de niño repeinao y brama como fiera. es jondo y es volátil. pero deja el tablao hecho un desperdicio de patadas blancas.
sobre un rectángulo que parece duro se revuelca en harina y la patea convirtiéndola en polvo que se sube a la parra. en la mesa doña inés y bobote, con palmas, golpes, jaleos y patadas cantan por sevillanas. y a la izquierda del escenario, piano de cola y cordones y telas manotea con lujo de madera y cristal sylvie courvoisier, pianista de john zorn, de nuevayó, en una trama ajustada a los tacones de la curva, dejándonos a los que nos quedamos pegaos al poderoso imán lo que se dice a los pies de los caballos.
pepe
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