sobre la mesa.
A las cinco dentista,
a las siete la presentación
de un libro sin esqueleto,
pero con mucho ruido.
No te apetece acudir, pero debes hacerlo.
Al fin y al cabo el acto lo presenta
el gurú de la ciudad.
Ese tipo delgado como una baguete
que habla con palabras diabéticas
y guarda siempre entre sus uñas
dosis de morfina y silencio
para los que se portan mal.
Tienes que ir,
lo dice hasta ese vestido rojo
que marca tus curvas
en una ofrenda de generosa sensualidad.
Vas hasta la librería,
saludas a todo el mundo
y sientes como una lluvia de sapos
te moja la piel con sílabas viscosas.
¿Y para cuándo tú?
¿Has engordado un poco?
Qué bueno es lo último que te leí. ¡Felicidades!
Y aunque una araña peluda
cuelga de todas y cada una de las palabras,
tú sonríes y das las gracias,
aunque lo que quieres
es alejarte de allí. Porque sólo piensas en ella.
En que un día como hoy,
una maldita mina de diez dólares
le arrancó sus ojos de caramelo senegalés.
Porque tú en esta tarde
de extravíos y hemorragias sólo piensas en ella
y en cómo hubiera sido su vida,
tu vida,
vuestra vida.
Y escribes Nigeria en lugar
de Madrid. Y escribes Liuba,
en lugar de tu nombre.
Y escribes vida, en lugar de ausencia.
Y el tipo de la cultura con morfina
acaba su presentación,
y el autor agradecido muestra sus alas
de polluelo orgásmico,
y los aplausos que llenan la sala
te suenan a metralla,
y no puedes más, ya no hay más sonrisas que soporten
el dolor de tus músculos,
la voz hace rato
que sueña con un doble de whisky escocés.
Y te vas,
partida en dos,
en tres,
en mil pedazos,
sabiendo que días como hoy habrá más,
Y que en cada uno se encenderá un fuego
que nada ni nadie podrá apagar
ni con un libro
ni con una palabra
ni con cien poesías
ni con morfina.
Ni siquiera con otra vida
ni siquiera.
2 comentarios:
Gracias, Sopa de poetes,
Marta
a ti, marta, por escribirlo.
besos
pepe
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