Y si a ratos la burbuja, por demasiado hinchada,
parece a punto de estallar; si casi se ve
el mundo real a través del falso, ¿qué es lo que se ve?
¿Está lo viejo tan ruinoso? Te encuentras en un rebaño
de juventud, de empeño, de pasión; genio, belleza,
rango, riquezas también, si te interesan:
y todos deponen sus derechos naturales y te aclaman
[es decir, me aclaman a mí] como colega y compañero,
ingresan en la cofradía de Sludge, y se hacen míos,
verdaderamente los poseo.
Y todo esto podría ser, puede ser, y con ayuda
de alguna mentirilla será: ¡conque Sludge miente!
¡En el peor de los casos, como el poeta que canta como los griegos
que nunca existieron, en una Troya que nunca existió,
hicieron tal o cual proeza imposible!
Pero ¿por qué me elevo a los poetas? Tomad la prosa llana:
los que manejan el sentido común, puestos a trabajar,
¿qué pueden hacer sin sus útiles mentiras?
Cada cual declara la ley, el hecho y la apariencia
como querría que fuesen, encuentra lo que le conviene,
no ve lo que le estorba, se limita a registrar
lo que abona su su caso, omite el resto.
Y es una Historia del Mundo, la Era del Dinosaurio,
los Indios Primitivos, la Guerra Colonial,
Jerónimo Napoleón, lo que se quiera.
Todo como al autor le plazca. Y a ese escriba
le pagáis y alabáis por dar vida a las piedras,
poner fuego en la bruma, hacer del pasado vuestro mundo.
Y mucho: «¿Cómo fue usted capaz de asir
el hilo que le guió por ese laberinto?
¿Cómo alzó del aire un edificio tan sólido?
¿Cómo en tan leve fundamento pudo fundar este relato,
esta biografía, esta narración?» O, dicho en otras palabras,
«¿Cuántas mentiras le costó hacer
la majestuosa verdad con que aquí nos obsequia?»
Robert Browning Mr. Sludge, «the Medium» (1864)
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