(...) Pues bien: existe una razón (...) por la cual tantos jóvenes ochenteros ignoraron y despreciaron de manera augusta la cultura oficial de la post-movida y la Cultura de la Transición, los fastos achampañados de las concejalías de cultura y las inauguraciones de otra birria informe esculpida en latón para la enésima plaza de pueblo de ayuntamiento sociata: era BASURA.
Basura subvencionada, inútil, inane, sin alma ni coraje alguno, mercantilista y clientelista, que no representaba otra cosa que el afán de lucro y la celebración de la fiesta-por-la-fiesta de sus adalides. La confusión entre “espiritual y espirituoso”, que diría Sánchez-Ferlosio.
Los participantes en dicho circo no eran grandes músicos, escritores ni pintores, sino lo peor de cada casa, los advenedizos, los farsantes, los charlatanes apolíticos y los miserables.
Por consiguiente, la cultura resultante de su “trabajo”, aquella cultura que reposaba sobre demenciadas subvenciones e inauguraciones fastuosas, era muy parecida al arte que generó el III Reich: estéril, rectilíneo, desprovisto de toda emoción o valentía, banal, muerto. Arte cuya única función era la propaganda, y que no obedecía al menor impulso humano de compasión, emoción, empatía o entusiasmo (...)
Kiko Amat, De mamoneo ochentero y putrefacciones actuales (fragmento)
pepe
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