Acabo de regar la calle. De madrugada, los hombres de la brigada municipal pasan con una cuba tirada por dos recios percherones y del asfalto sube un estela de vapor gaseoso. A las pocas horas, hacia el medidodía, vuelvo a humedecer la acera. Últimamente el calor no me deja descansar como quisera.
El verano ha empezado de repente. La escuela terminó hace una semana y en el barrio se respira más calma. Se ha amortiguado el trajín cotidiano. Britta no madruga tanto para ir a trabajar. En dos semanas podrá disfrutar de sus vacaciones.
Hay noticias alarmantes en la prensa. La situación económica sufre extrañas sacudidas. Una foto de la primera página del Berliner Morgenpost de ayer muestra una cola de gente sin trabajo que se agolpa fente a las oficinas del Ministerio, en Willhemplatz.
Al entrar en casa, una ráfaga leve de brisa hace temblar la cortina del comedor que da a la calle. He de decirle a Britta lo que he pensado sobre el último episodio en el trabajo.
Al entrar en casa, una ráfaga leve de brisa hace temblar la cortina del comedor que da a la calle. He de decirle a Britta lo que he pensado sobre el último episodio en el trabajo.
pepe
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