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jueves, 26 de mayo de 2011

relato

JUANITO RELATA SU DRAMÁTICO DESCENSO DEL LHOTSE

Oiarzabal salva la vida con la ayuda de Pasaban

  • El alpinista sufrió un colapso y fue rescatado al límite · Ya se recupera en el campo base

ROBERTO PALOMAR 25/05/11 - 19:12.

Qué cabrón eres! No me llamas en toda la puta expedición y me llamas ahora que me estoy muriendo”. La voz de Juanito Oiarzabal se entrecorta a través de la conexión vía satélite. Se le escucha con dificultad. Pese a que las autoridades nepalíes han colocado una potente antena en el campo base que comparten el Everest y el Lhotse, el ruido y las interferencias recuerdan las comunicaciones de los viejos tiempos.
Pero oír los gruñidos y exabruptos de Juanito Oiarzabal es buena señal. Quiere decir que ha vuelto. El lunes tuvo que recibir dos inyecciones de dexametadona y una buena dosis de oxígeno para sobrevivir. Bajando del Lhotse, donde había hecho cumbre el sábado, coqueteó una vez más con la muerte: “Es que ahora mismo estoy más muerto que vivo. Si no es por los sherpas de Edurne Pasaban, me quedo allí”.
¿Qué sucedió para que el alpinista con más ochomiles de la historia viviera otra vez una situación límite? Su relato, entre vaivenes telefónicos, es estremecedor: “Llegamos a la cumbre y bien. Empezamos a bajar, llegamos al campo 4 y faltaba Lolo González. Se perdió. No sabíamos nada de él. Pasamos la noche como pudimos. Los médicos nos dijeron que siguiéramos bajando. Pero Lolo no aparecía”.
La pérdida del compañero era la principal preocupación de una cordada que formaban el propio Juanito Oiarzabal, Juanjo Garra, Carlos Pauner y Javier Pérez: “Llegamos al campo 3 y seguíamos bien. Nos dijeron que habían encontrado el cuerpo de Lolo. Nosotros lo dábamos por muerto y con esa idea seguimos descendiendo. Imagínate cómo bajábamos: rotos”.
Aunque Juanito habla de milagro, la supuesta muerte del andaluz Lolo González fue un mal- entendido: “Llegamos al campo 2 y ahí nos dijeron que lo habían encontrado... ¡vivo! Fue una alegría enorme, una inyección de moral. Ni cumbre ni nada. Lo mejor fue cuando nos dijeron que Lolo estaba bien”.
EL DRAMA
Lo que no sospechaban ni Juanito ni sus compañeros es que la buena noticia iba a dar paso a un drama que ya se estaba fraguando en sus propios organismos. Demasiadas horas en la zona de la muerte. Demasiado tiempo sin dormir, sin comer ni beber. Carlos Pauner empezó a mostrar los primeros síntomas de edema cerebral. Necesitaba perder altura como fuera. Javier Pérez notó en pies, manos, orejas y nariz como le iba comiendo la congelación.
Como pudieron, llegaron al campo 1 y allí, de forma estrepitosa, Juanito, que había dado muestras de gran lucidez a mayor altura, se derrumbó físicamente como no recuerda en su vida: “Me vine abajo. Era incapaz de dar un paso. No podía más. Me estaba apagando. Igual que Edurne en el Kanchenjunga, cuando dijo que la abandonaran allí. Lo mismo. Me he acordado mucho de aquellas imágenes”.
Pauner, Garra y Pérez se dieron cuenta de la situación. Hablaron con el campo base y se organizó un rescate con los sherpas de Edurne Pasabán y Russel Bryce, el rey de las expediciones comerciales. Los porteadores subieron con oxígeno y medicamentos. El panorama era desolador: un montañero con principio de edema, otro con congelaciones y un tercero, Juanito, al borde del colapso. La dexometasona, un potente corticoide empleado en situaciones extremas de mal de altura, le devolvió a la vida: “Me pusieron dos inyecciones y eso me ayudó. Luego, un sherpa me bajó sobre su espalda. Yo no podía andar. Me bajó a caballito por toda la cascada de hielo, que es tremenda, un caos de bloques, grandes como edificios de cinco plantas. Llegando al campo base, me tumbaron en una camilla y ya ganamos las tiendas”.
Es difícil adivinar, en medio del infernal ruido de la comunicación, si la voz de Juanito se entrecorta por la emoción o por la falta de cobertura. Probablemente, sea lo primero porque estalla en un carrusel de agradeciminetos: “Ponlo bien grande. Si no llegan a estar allí mis compañeros y las cuerdas, no lo cuento. El trabajo desde el campo base ha sido excepcional. Edurne se ha portado de maravilla al mandarme a sus sherpas. Lo mismo que Russel y todos los demás. Estoy muy agradecido. Es bueno que la montaña no pierda los valores y se sigan manteniendo la solidaridad y el compañerismo”.

fuente: marca.com

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