A solas con nuestra locura y nuestra flor preferida,
vemos que en realidad no queda nada sobre lo que escribir.
O que, más bien, es necesario continuar escribiendo sobre las mismas cosas
de siempre de la misma manera, repitiendo las mismas cosas una y otra vez
para que así el amor persista y se haga gradualmente diferente.
Hay que volver a examinar eternamente hormigas y colmenas,
así como el color que tomó el día
un centenar de veces, variando entre el verano y el invierno,
para que baje la velocidad, hasta alcanzar la de una verdadera zarabanda
y se acurruque allí, a descansar, con vida.
Sólo entonces la falta crónica de atención
de nuestras vidas nos envolverá, conciliadora
y con un ojo en esas largas sombras de peluche marrón
que le hablan de manera tan profunda a la consciencia improvisada que tenemos
de nosotros mismos, los motores parlantes de nuestra época.
vemos que en realidad no queda nada sobre lo que escribir.
O que, más bien, es necesario continuar escribiendo sobre las mismas cosas
de siempre de la misma manera, repitiendo las mismas cosas una y otra vez
para que así el amor persista y se haga gradualmente diferente.
Hay que volver a examinar eternamente hormigas y colmenas,
así como el color que tomó el día
un centenar de veces, variando entre el verano y el invierno,
para que baje la velocidad, hasta alcanzar la de una verdadera zarabanda
y se acurruque allí, a descansar, con vida.
Sólo entonces la falta crónica de atención
de nuestras vidas nos envolverá, conciliadora
y con un ojo en esas largas sombras de peluche marrón
que le hablan de manera tan profunda a la consciencia improvisada que tenemos
de nosotros mismos, los motores parlantes de nuestra época.
John Ashbery (traducido por ezequiel zaidenwerg)
pepe
3 comentarios:
Un maestro.
No sólo Ashbery: la traducción es francamente buena también...
me alegra que os guste, amigos!
pepe
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