(...) "De este modo, hombres y mujeres crean y experimentan una fenomenología, un "hecho" casi ilimitado: el hecho de que la música, en su universalidad existencial -pues no hay cultura o comunidad sin ella- sea ajena a los ejes de la moral y de la verdad o no verdad que organizan casi todo lenguaje y razón connscientes. "Vivir la música", por tanto, como la humanidad ha hecho desde sus comienzos, es habitar en un ámbito que, por su propia esencia, nos resulta extraño. De ahí, me aventuro a decir, el resplandor crepuscular, en nuestra mitología, de la violencia auroral y el reconocimiento de un mystère suprême.
Y, sin embargo, es precisamente éste ámbito el que ejerce sobre nosotros "una soberanía superior a la de cualquier otro arte" (Valéry). Es la música la que puede invadir y regir la psique humana con una fuerza de penetración, comparable, tal vez, sólo a la de los narcóticos o a la del trance referido por los chamanes, los santos y los místicos.
George Steiner, Errata. El examen de una vida. Siruela 2001.
pepe
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