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La reconstrucción, incluso a veces la producción, de la memoria a través del lenguaje es una de las más remotas prácticas del existir humano. La historia, el relato, siempre han acompañado a la experiencia como elemento objetivador y perpetuador de ésta.Es éste uno de los sentidos en los que se puede leer Agua, último libro de Yaiza Martínez; trama de recuerdos que escapa del psicologismo simple gracias a la palabra poética.En él, las figuras hermano, hermana, abuela, padre, madre e hijos son evocadas en tanto que sentido final de los textos y objeto directo de éstos, pues a su vez son los que le sirven al sujeto poemático para llevar a cabo la máxima nosce te impsum. Si el hombre necesita de los demás para conocerse a sí mismo es porque, tal y como la autora pone de manifiesto en este libro, somos lo que somos gracias tanto a nuestra propia subjetividad, como a los otros. En este sentido, Agua sitúa a la familia en el lugar privilegiado de «artesano de la identidad» y a la «patria» como escenario o taller del producto «conciencia»
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pepe

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