no había límites. en la carretera de juneda había una recta de diez kilómetros sin arcenes, con canales a los lados. ahí vertíamos adrenalina y todos estuvimos a punto de morir a doscientos kilómetros por hora en autos prestados. los seat 132 eran los más cotizados. unos amigos se dejaron la cabeza con un renault 8 bajo un árbol. llevé a un borracho de paquete en su vespa porque no se aguantaba en pie y quería pilotar. una muchacha cayó detrás de mí cuando recorríamos caminos en motocicletas. pocos días después murió arrollada en las calles de lleida por otro coche. los camiones hacían sonar sus bocinas estruendosas queriendo sacarnos de en medio. adelantábamos en las bajadas, con nuestras bicicletas de hierro, a los automóviles que circulaban a menos de setenta. todo era una locura. hasta que de madrugada apagábamos todos los motores y, junto al canal, fumábamos con los pies en el agua, con lobos a nuestro alrededor. me arrolló aquel coche, entré por la ventanilla del conductor, yo iba en mi cota 125, me rompí varias cosas, antes nunca hacía listas. llegué al hospital con una camiseta blanca, de flecos, con la imagen de una india en el pecho. me gustaba esa pieza. ese tiempo pasó. pasó hace mucho.
òscar

4 comentarios:
Menos mal que naciste varias veces.
puaf, muchas, don gato!
besos,
òscar.
Ay, aquellas cotas, sobre todo la 247. Quién pudiera volver.
Luis Miguel
mecagoenlahostia, amigo, la 247!
besos,
òscar.
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