"Ayer la noche era mágica, una de esas noches de verano que sólo Portugal conoce. Noche de aroma excepcional, envuelta en música. Todo alrededor era bello. No sé lo que me llevó a recordar aquel episodio ocurrido hacía tantos años. Había empezado, com cualquier médico recién licenciado, mi residencia. Comencé por obstetricia. Una tarde, una mujer negra entró de parto. Parecía sufrir atrozmente, pero los médicos más viejos veían con naturalidad o displicencia, aquel dolor. Horas más tarde la mujer dejó de gritar, o por lo menos de gemir, e inició un cántico de extraordinaria belleza. Era un réquiem, y llenó el aire como aroma de hoguera. Yo no conocía la lengua, y ella parecía no estar allí. El cantar que entonaba estaba hecho de soledad y se elevaba como un alma. De repente, el paritorio se convirtió en un muelle de donde alguien, lentamente, se alejaba. Uno de los médicos comenzó a bailar como si fuera africano, un baile grotesco, como grotescos eran su presencia, su bata, su comportamiento. Finalmente el bebé nació. Era lindo, grande y fuerte, pero su cuerpo estaba abandonado. Desheredado. Los brazos pendían, la cabeza caía y de su boca no salió grito o llanto. Tampoco sonrisa. Por el cordón umbilical que lleva y trae vida no circulaba sangre. El cuerpo tenía el azul apagado de las aguas estancadas. El médico que había profanado el dolor hizo entonces esfuerzos desesperados y vanos para reescribir aquella vida que no había sido, y acabó sentado en el suelo, desarticulado como un arlequín de lágrimas negras, en una desesperación sin remisión. No debe uno mofarse del dolor"
LO SIENTO MUCHO, Nuno Lobo Antunes
CANCIÓN OFENDIDA
A Antonio Muñoz Molina
Parece que se queman las heridas
de un siglo envenenado,
Baudelaire.
Nadie siente tu llaga. Pasa el tiempo
y el dolor envejece,
Baudelaire.
De sentido común se hacen los puentes,
las noches de autopista,
Baudelaire.
Y la bella en el yate se desnuda
con los pezones limpios,
Baudelaire.
Los miserables pasan como libros
sin título en la frente,
Baudelaire.
Hoy puede levantarse un rascacielos.
El mundo es otra cosa,
Baudelaire.
Pero el yo no ha encontrado todavía
su lugar en la frase,
Baudelaire.
Y también puede abrirse una ventana
encima del abismo,
Baudelaire.
Mira el muchacho blanco, aquel muchacho
de los labios honrados,
Baudelaire.
Para su despedida, en un bolsillo,
los versos del poeta
Baudelaire.
No son flores del mal lo que ha vivido.
Son las flores del frío,
Baudelaire.
LUIS GARCÍA MONTERO
...Feliz lunes.
Un beso,
Anay
2 comentarios:
sólo si uno es el legítimo propietario de su dolor puede mofarse de él, tratando de ahuyentar el hueso del eco.
baudelaires en el espejo, mejor aun, distribuidos equidistantes desde el campo a ti. para que corra la voz.
muchas gracias, querida anay.
òscar.
Eso es, Òscar. Eso es.
(( A ti. ))
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