Hablando con Pepe esta tarde, recordé la metáfora de uno de los presentadores del libro de Chantal Maillard, ayer en Barcelona: cómo una rana, si la metes en un cuenco de agua fría, y poco a poco vas calentando esta misma agua, la rana no nota el cambio de temperatura, y puede morir sin percibir el peligro que le acecha.
Pepe y yo estuvimos hablando, a raíz de algo que vimos hoy publicado y nos toca de cerca, de la mediocridad que nos rodea. Estamos sumergidos en ella, y a veces nos cuesta darnos cuenta: estamos en el agua, pero no notamos cuando comienza a abrasarnos.
Celebro cuando coincidimos en el diagnóstico y en la percepción del triunfo de la mediocridad, en la vida pública: periodistas a sueldo político, escritores a sueldo editorial... La realidad no escapa de estar alerta, y al menos, Pepe, Òscar y yo, andamos resueltos.
Tapar lo brillante, lo que se escapa de sus manos, por disidencia, por escapar del silbato, es demasiado habitual y por desgracia, le resulta fácil a esta mediocridad dominante.
Menos mal que la buena poesía nos redime. Y las más de seis mil doscientas entradas de este blog lo ratifican. Es un manual de supervivencia.
mariano
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