Ahora vivo aquí arriba en una casa de montaña y paso el tiempo con las hojas secas y las pongo en fila sobre un escalón; o voy a tocar esos hilos de agua que saltan por una grieta entre las piedras donde las truchas se acurrucan al fresco y Sivestro las coge con las manos como hacen los gatos con las mariposas- También me gusta hacer cuentas con una aritmética elemental: dos y dos cuatro seis y seis doce si compras siete huevos y se te caen tres al suelo, ¿cuántos te quedan? O si no, trazo rayas en la arena del patio, astas una tras otra para recordar las piernas esbeltas de otros tiempos y el aire lleno de luciérnagas y la bicicleta y el tirachinas, las cometas y allá abajo cada mes de agosto el mar que estaba tumbado detrás de las montañas de arena como un animal bueno bajo las caricias del amo.Por las tardes me siento a ver el valle y la montaña al fondo con los sembrados que parecen trapos tendidos al sol y las lindes rojas de amapolas y puñados de casa como nidos de golondrinas sobre la tierra y la gente agachada trabajando pequeña como polvo y yo sentado con todas estas cosas en los ojos y la memoria que se ha vuelto blanca y sobre esta sábana de vez en cuando pasa la voz de mi pobre madre y el olor de los membrillos que ella guardaba encima del armario.
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Tonino Guerra, Mi casa en Pennabilli
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