Su natural tendencia a deshacerse se agrava cada noche:
aparadores, mantas, armarios se dislocan.
A veces me desvelo en la cruz de la araucaria
con la mano acogiendo una ardilla incisiva.
Vendrán la aurora y, luego, el mar perseverantemente roto,
y yo con él. Está ya todo a punto: la casa se deshace.
Se me erizan escamas. La resina. La crema limpiadora.
La araucaria. La ardilla. Mi sueño insoportable.
Fango
No es bastante, Victoria, que dejes en el fango
la pulcra huella de una desolación,
la aterida señal de tantas noches,
su incitación dudosa.
No será suficiente aunque la iguana aúlle
durante todo un siglo desolado
en que fuiste dejando huellas de tacones,
y bien sabemos todos que la iguana no aúlla.
María Victoria Atienza (Málaga.1931). Ha publicado varios libros de poemas entre los que destacan Marta & María (1976), El coleccionista (1979), De la llama en que arde (1988), La señal (1990), Las contemplaciones (1997), que fue Premio Nacional de la Crítica y El hueco (2003), libro al que pertenecen estos dos poemas.
de el blog de enrique ortiz
victoria atienza, este jueves en el ateneu.
òscar
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