La ventaja de quien poseía un talento como el de él es que cuando elegía una vía la desarrollaba hasta las últimas consecuencias. En los relatos y en los filmes de Azcona no se salvaba ni Dios: los notarios, las señoras de los lavabos, el del motocarro, el verdugo, su hija y su yerno, el turismo, la paella, los curas integristas, las monjas, los enamorados, los pajilleros, los marqueses, los financieros, los militares, el servicio doméstico, los comilones, los hambrientos, los nacionales, los extranjeros, los vivos y los muertos. No salvaba a nadie pero tampoco condenaba a nadie pues su escepticismo y su ironía se inscribían siempre dentro de la ternura. Rafael Azcona vio todas las caras posibles de la vida y conoció suficientemente bien la condición humana como para despreciar cualquier tipo de fundamentalismo.
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A. Sánchez Harguindey
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pepe
2 comentarios:
sí señor!
òscar.
describir con lo justo la vida a ras de suelo...
salud¡¡¡
pepe
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