
un día, cada siete inviernos, mi abuelo ramón cagaba en el váter. escupía en la taza y hacía así con el dedo, esparciendo por todo el círculo su escupida, para calentarme, decía.
tenía malas pulgas. su hijo pequeño se fue de casa dándole un puñetazo. años más tarde, bastantes años acá, yo le hacía así con la mano, por detrás de su nuca y le volaba la boina. eso le cabreaba mucho y salía a por mí, cinturón en mano (rara vez me alcanzaba porque yo en aquella época estudiaba a las lagartijas).
murió siendo el más anciano del pueblo. el ayuntamiento le regaló un pin.
yo viajaba desde barcelona hasta lleida en la alsina-graells. una vez allí, como no quería esperar el coche de línea que me llevaba al pueblo, hacía los quince kilómetros a campo través.
no sé a qué viene todo esto.
ay, yayo...
òscar.
tenía malas pulgas. su hijo pequeño se fue de casa dándole un puñetazo. años más tarde, bastantes años acá, yo le hacía así con la mano, por detrás de su nuca y le volaba la boina. eso le cabreaba mucho y salía a por mí, cinturón en mano (rara vez me alcanzaba porque yo en aquella época estudiaba a las lagartijas).
murió siendo el más anciano del pueblo. el ayuntamiento le regaló un pin.
yo viajaba desde barcelona hasta lleida en la alsina-graells. una vez allí, como no quería esperar el coche de línea que me llevaba al pueblo, hacía los quince kilómetros a campo través.
no sé a qué viene todo esto.
ay, yayo...
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