siempre soy un aprendiz y lo digo sin honores. mi trabajo comienza de madrugada, en eso sigo siendo un campesino de antes. despliego las alas, lento. el día se abre conmigo, en la inimitable invitación de cada jornada. me calzo. en la terraza –ahora fría– hago las cuatro llamadas a los puntos cardinales. soy un tractor (mi hermano lo sabe). muy poco zen, pero hay algo en mí oriental, con pocos bultos. mi empleo no tiene una tarea definida, ando sin metas, sin cintas, sin laureles. hablo con las plantas y con los árboles. pinto, dibujo, escribo. amo. doy. sin recibo. sin facturas a parte de las comunes, mucho más mortales que yo (por que, a ver cómo las cobran, luego). cuando mi compañera de vida no está, la miro durante mucho tiempo adentro mío. estoy contento. la gata es, también, un punto irrenunciable en mis quehaceres entrañables. ahora se hace la dormida en el sillón de mimbre. ella marca la casa con su cincel y yo estudio meticulosamente la posteridad que emanan sus cuitas, como en un libro de sabiduría, tapas afuera. ahora, con tu permiso, voy a seguir trabajando, no sé en qué pero sé cómo hacerlo.
òscar
2 comentarios:
ay, y si me dan a elegir entre dios y el señor óscar, no me lo pienso dos veces. porque, además, el señor óscar, existe. y puedes no llamarlo señor, y no se enfada, y quizás le parezca mejor.
después de estas zalamerías... te parece que te incluya en el post de la realidad de mañana?
Mmmuak.
será un honor, ana.
entre señor y borrico prefiero mil veces borrico, claro está.
gracias por inventar,
muakana!!!
òscar.
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