ah, claro, ¡el cerdito permanente!. ¡qué gran cerdito!. os voy a contar su historia...
nació de parto natural, lógico, hace ya unos años, creo que en el 92, con el rabito perfectamente enrollado y pronto dijo oink-oink para regocijo de su mamá marrana y de un otorrino que lo oyó. ejerció el oficio de puerco con pulcritud y dedicación, lo dicen sus biógrafos... como podéis leer, hasta aquí todo normal.
el caso es que la particularidad de este caso estriba en que a nuestro cerdito permanente le gustaba dibujar pero no tenía muchos lápices de colores a su alcance ni en la lapicera ni, maldita sea, en el quiosco más cercano. así que en sus primeros años se conformó haciendo garabatos con el morro en la tierra. dibujaba a su mamá, al otorrino y al pescadero también porque le sorprendía que un señor pudiera vender peces que luego otros comerían, ¡con lo ricas que están las bellotas!.
un buen día, creo que eran las tres de la tarde, una niña que mordía una tableta de chocolate le dijo al cerdo:
– hola, cerdito, qué dibujo tan bonito – le espetó, fijándose con atención en una especie de alcachofa con trompa que este acababa de dibujar en la tierra.
– ¡hola, niña!, ¿tienes un rotulador? – dijo, directo, nuestro cerdito.
– no, sólo uno de esos para subrayar textos importantes que hacen sonreír – contestó la niña.
– ¡te lo cambio por mi dibujo y la parcela de tierra que lo circunda...! – propuso el animal.
– ¡vale! – resolvió la nueva propietaria de tan original cuadro terroso.
a partir de ahí, el cerdito permanente, en sus paseos diarios al encinar, siempre llevaba el rotulador verde-amarillo-fosforito, que, en fulgurantes, intrépidos y precisos toques de verdadero artista, utilizaba para marcar las cosas importantes de la vida, todas aquellas que contenían gran cantidad –al ciento por ciento– de poesía. por ejemplo: la pata trasera izquierda de una rana entera, piedrecillas, la cápsula de las bellotas, la libertad de expresión, los estornudos, la risa, bañarse en el barro o los truenos del cielo que también son como estornudos de nubes limpias...
con tanta sabiduría utilizaba el artilugio para marcar, que, pronto, unos estudiosos con lentillas, instauraron una cátedra que no sé qué es pero que vale, donde pudieran estudiar los aspirantes a poetas del siglo y de la parranda.
ah, obvio, pero como en las historias suelen suceder acontecimientos no muy gratos, el de esta fue, que, algún graciosillo con un rotulador negro donde la niña de antes no tiene nada que ver, pintó una ele en el cartel de la puerta de entrada de la cátedra donde decía cátedra, claro, y entonces, en vez de gente o animales con mirada poética, comenzaron a entrar máximos mandatarios, mandatarios mediocres y mínimos mandatarios, que todos tienen lo mismo en la cabeza: la dichosa política. así, montaron prestos y mal un nuevo cartel que ahora decía "catedral política" y, entendiéndolo todo al revés, se pusieron mano a la cartera ajena... y todo aquello que había marcado nuestro cerdito permanente como "adorable", lo convirtieron en oro los muy tontos y comenzaron a escasear las ranas enteras, las piedras preciosas, las bellotas, la libertad de expresión y, uy, me callo, pero mejor pensado no, porque aunque parezca mentira en todos y cada uno de nosotros hay un poeta –niño o niña, da igual– que sigue homenajeando aquellas cosas que de verdad importan, por ejemplo, un cerdito permanente como el nuestro, que, dicho sea de paso, es un retrato de pepe, de mariano, tuyo y mío.
òscar
nació de parto natural, lógico, hace ya unos años, creo que en el 92, con el rabito perfectamente enrollado y pronto dijo oink-oink para regocijo de su mamá marrana y de un otorrino que lo oyó. ejerció el oficio de puerco con pulcritud y dedicación, lo dicen sus biógrafos... como podéis leer, hasta aquí todo normal.
el caso es que la particularidad de este caso estriba en que a nuestro cerdito permanente le gustaba dibujar pero no tenía muchos lápices de colores a su alcance ni en la lapicera ni, maldita sea, en el quiosco más cercano. así que en sus primeros años se conformó haciendo garabatos con el morro en la tierra. dibujaba a su mamá, al otorrino y al pescadero también porque le sorprendía que un señor pudiera vender peces que luego otros comerían, ¡con lo ricas que están las bellotas!.
un buen día, creo que eran las tres de la tarde, una niña que mordía una tableta de chocolate le dijo al cerdo:
– hola, cerdito, qué dibujo tan bonito – le espetó, fijándose con atención en una especie de alcachofa con trompa que este acababa de dibujar en la tierra.
– ¡hola, niña!, ¿tienes un rotulador? – dijo, directo, nuestro cerdito.
– no, sólo uno de esos para subrayar textos importantes que hacen sonreír – contestó la niña.
– ¡te lo cambio por mi dibujo y la parcela de tierra que lo circunda...! – propuso el animal.
– ¡vale! – resolvió la nueva propietaria de tan original cuadro terroso.
a partir de ahí, el cerdito permanente, en sus paseos diarios al encinar, siempre llevaba el rotulador verde-amarillo-fosforito, que, en fulgurantes, intrépidos y precisos toques de verdadero artista, utilizaba para marcar las cosas importantes de la vida, todas aquellas que contenían gran cantidad –al ciento por ciento– de poesía. por ejemplo: la pata trasera izquierda de una rana entera, piedrecillas, la cápsula de las bellotas, la libertad de expresión, los estornudos, la risa, bañarse en el barro o los truenos del cielo que también son como estornudos de nubes limpias...
con tanta sabiduría utilizaba el artilugio para marcar, que, pronto, unos estudiosos con lentillas, instauraron una cátedra que no sé qué es pero que vale, donde pudieran estudiar los aspirantes a poetas del siglo y de la parranda.
ah, obvio, pero como en las historias suelen suceder acontecimientos no muy gratos, el de esta fue, que, algún graciosillo con un rotulador negro donde la niña de antes no tiene nada que ver, pintó una ele en el cartel de la puerta de entrada de la cátedra donde decía cátedra, claro, y entonces, en vez de gente o animales con mirada poética, comenzaron a entrar máximos mandatarios, mandatarios mediocres y mínimos mandatarios, que todos tienen lo mismo en la cabeza: la dichosa política. así, montaron prestos y mal un nuevo cartel que ahora decía "catedral política" y, entendiéndolo todo al revés, se pusieron mano a la cartera ajena... y todo aquello que había marcado nuestro cerdito permanente como "adorable", lo convirtieron en oro los muy tontos y comenzaron a escasear las ranas enteras, las piedras preciosas, las bellotas, la libertad de expresión y, uy, me callo, pero mejor pensado no, porque aunque parezca mentira en todos y cada uno de nosotros hay un poeta –niño o niña, da igual– que sigue homenajeando aquellas cosas que de verdad importan, por ejemplo, un cerdito permanente como el nuestro, que, dicho sea de paso, es un retrato de pepe, de mariano, tuyo y mío.
òscar
1 comentario:
FANTÀSTIC!!! Ara m'he convertit en porqueta poeta.
Mira que sou prolífics, no hem dona temps a llegir tot el vostre bloc. Estem en contacte de les novetats.
Besadetes
Sàlvia
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