tarde de ayer

ayer tarde vino a casa un artista, viejo y parecido al gigante del cuento a arreglarnos la conducción estropeada del grifo del lavabo. trataba la tuercas y los tubos como un criador de pájaros, con suavidad y precisión; yo le sujeté el grifo para ajustarlo y con una linterna le iluminé la tubería mientras trabajaba. en una caja de puros ya usada traía su colección de llaves maestras, hechas por él mismo, con las que empalmó las piezas como un mago ajustándolas al centímetro. luego nos contó que se iba a jubilar este año, que tenía una máquina de coser de más de 100 años en el almacén de su casa y elogió una cantarera antigua que tenemos en la entrada. sonrió al despedirse y nos invitó a ver los objetos antiguos que guarda desde hace años.

luego, miguel y yo fuimos a merendar a una pastelería antes de ir al oculista -los dos somos miopes-; a mí me revisó la presión del nervio óptico con una especie de linterna mágica que barría mi córnea de una lado a otro; miguel me miraba sonriendo nervioso, cuando el médico le puso esas gafas negras parecidas a las del protagonista de regreso al futuro donde se adaptan cristales diferentes; le aconsejó que de vez en cuando, para relajar los músculos del ojo se habituara a mirar por la ventana, lejos, durante un rato; luego nos fuimos juntos hacia casa, él

directamente y yo pasando antes por la torre muntadas, donde estuve con óscar, mariano, pau y miriam, contemplando una pantalla -también mágica- con animaciones que se movían al ritmo de sus poemas inquietantes a pesar de su sonrisa; al salir estaba nublado y hacía algo de fresco. nos despedimos hasta el domingo. en casa hice tallarines con tomate para cenar con encarna y miguel. luego ví un reportaje sobre cuba en 60 minuts, canal 33. estuve leyendo hasta tarde. miguel me ha despertado esta mañana y hemos desayunado juntos. hemos hablado de sus profesores de este curso. se ha ido al instituto y cuando he abierto la ventana el cielo estaba bíblico, como en las películas.

pepe