una vez una
persona me contó cómo cortar las nubes. la comarca de
el segrià tiene muchos frutales, así que en verano las enormes tormentas que se
forman pueden arrasar con la fruta en pocos minutos. en los años setenta, los
payeses lanzaban al cielo cohetes repletos de dinamita, que estallaban muy
arriba para tratar de romper las nubes y abrir así agujeros que disolvieran la
posibilidad de una inminente granizada. la persona que me contó lo de cortar
las nubes nunca lanzó ni un solo cohete, pero le sirvió para elaborar su propio
plan. no me habló de tormentas eléctricas sino de las personas que sufrían
ataques de ansiedad o transtornos de pánico. él comenzó a padecer esta
enfermedad a mediados de los años ochenta. supo cortar esos ataques. lo tomó
con calma. lo consiguió después de unas 10.500 crisis. veintiocho o treinta
años después. ¿cómo? confió en la salida. observó cómo reaccionaban su cuerpo y
su mente en el tránsito de salida de aquellos horribles ataques. fue una tarde
que amenazaba tormenta. observando el cielo, vino a él la solución como una
ráfaga. cortaré las nubes. me ahorraré la tormenta. conectaré el
comienzo –cuando aparecen las nubes– y lo juntaré con el momento en que todo ya
ha pasado, después de la lluvia, los rayos y truenos, cuando el ambiente
comienza a resplandecer y todo luce vívidamente. y lo
hizo. lo ha conseguido esta misma tarde. me lo acaba de contar. y me alegro por
él.
dar órdenes al
cerebro desde el cerebro. en cuanto comienzan los síntomas de un inminente
ataque, visualizar las sensaciones que tenemos cuando la crisis ya ha pasado y
reproducirlas. que el cuerpo y la mente se alíen con esa orden. así,
desactivaremos fácilmente una crisis de ansiedad o un ataque de pánico.
el instante
inicial (I.A.) y el momento en que la crisis parece que ha comenzado a
desactivarse (I.S.) poseen –por
decirlo de alguna manera– un and idéntico, pero con el motor invertido:
mientras que el comienzo (I.A.) nos tira hacia adentro del malestar, el
instante de la salida (I.S.) tira hacia afuera, hacia el bienestar.
hablamos de adentro como aspecto negativo al referirnos a la crisis debido a la carga
de subjetividad REAL que conlleva.
hablamos de afuera como aspecto positivo al referirnos al instante de salida por que,
objetivamente, el I.S. maneja mecanismos que ya se encuentran en un lugar
completamente alejado del circuito neurotransmisor desencadenante y azuzador de
la crisis. opera con una fuerza positiva imparable, aunque (obviamente) esos
nuevos impulsos son generados por una voluntad de experiencia superior y
benefactora interior.
òscar.
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