a veces olvido que este blog es de poesía. eso está bien.
¿sabéis qué creo?
poesía es hilvanar palabras más que escribirlas. una vez hecho el hilván, el paso más difícil. no hablar, no decir poesía, no escribirla. callar. asombrarse. volver al origen.
el hecho en sí.
eso importa, o, al menos, eso es lo que me importa.
¿un ejemplo?
tomamos cualquier hecho cotidiano que haya ocurrido hoy. como no conozco vuestras cotidianas, aunque intuyo que no se deben alejar mucho a las mías, os hablaré sobre el efecto que ha tenido la lluvia sobre las plantas de la terraza. las tendrías que ver. qué agradecidas son. qué distinta es el agua de lluvia a la del grifo, o a la que está embotellada en esos tristes envases pet (desgraciadamente, un nombre muy oportuno)
ver eso, las diferencias. la plenitud de cada gota de lluvia. cómo, casi de forma instantánea, las plantas agradecen. a partir de ahí se hilvana la vida. agua, sol, tierra... asistir a acontecimientos tan ancestrales, ver ahí la fortuna. cómo se trasforma el verde de las hojas, engordando a ojos vista. el lustre magnífico de lo pequeño. ¡gotas de lluvia! en mi lengua, lluvia comienza por la letra p (pluja), como poesia (poesía)
así, deslizándome en la tarde, contemplando el cielo, como hicimos siempre. ser consciente del privilegio que supone no nombrar poesía en vano. que no caiga en la página ni en el libro, sino en el lugar exacto. hoy, las plantas de mi terraza. un lugar pequeño, tranquilo, desde donde todo y nada tiene explicación. y contarlo aquí, sin ninguna intención. o por puro amor.
así se construyen libertad y justicia. para ellos y ellas mi lluvia.
òscar
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