hace un par de semanas se nos abrió el cristal de un vaso. apenas dos centímetros. desde entonces, hemos bebido con mucha atención, mimando su vidrio por el gusto de cuidar las cosas. pero es inevitable, se está rompiendo. al parecer, lo difícil es propiciar la brecha, en un juego de choque de causalidades. a partir de ahí, el camino no deja de crecer. es en los objetos cotidianos, en el uso de la vida ordinaria, cuando reparo en la necesidad de deshacernos de los objetos con el mismo esmero que cuando nos hicimos con ellos, con la misma ilusión, por más insignificante que nos pueda parecer. un vaso es un vaso, como si fuera algo sin importancia, pero cualquiera de los vasos que tenemos en nuestras casas nos han dado de beber por mucho tiempo, saben de nuestros labios y nuestra sed. desprenderse de un vaso roto es un acto de agradecimiento. y, eso, hay que hacerlo bien. ahora comprendo lo de la cadena de reciclaje, presente, por otra parte, en cualquiera de las vicisitudes de la naturaleza. llevaré nuestro vaso al contenedor de color verde y no será como otras veces. hoy, he tenido suerte, la vida no me ha pasado desapercibida.
òscar
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