La tinta se resbala de las comisuras de mi boca.
No hay felicidad como la mía.
He estado comiendo poesía.
La bibliotecaria no cree en lo que ve.
Sus ojos están tristes
y camina con las manos en los bolsillos.
Los poemas ya no están.
La luz es opaca.
Los perros están en el sótano y suben.
Sus ojos se desorbitan,
sus blancas patas queman como la maleza.
La pobre bibliotecaria se pone a patear el suelo y llora.
Ella no entiende.
Cuando me arrodillo y lamo su mano,
ella grita.
Soy un hombre nuevo.
Le gruño y ladro.
Retozo alegremente en la libresca penumbra.
No hay felicidad como la mía.
He estado comiendo poesía.
La bibliotecaria no cree en lo que ve.
Sus ojos están tristes
y camina con las manos en los bolsillos.
Los poemas ya no están.
La luz es opaca.
Los perros están en el sótano y suben.
Sus ojos se desorbitan,
sus blancas patas queman como la maleza.
La pobre bibliotecaria se pone a patear el suelo y llora.
Ella no entiende.
Cuando me arrodillo y lamo su mano,
ella grita.
Soy un hombre nuevo.
Le gruño y ladro.
Retozo alegremente en la libresca penumbra.
Mark Strand, Comiendo poesía
http://milserifas.blogspot.com/2008
pepe
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