
La arena se tornó hermosa y dijo:
“Acercaos, tocad,
pues esta llaga os pertenece entera,
podéis comer de su herrumbrosa costra
hasta que caiga vuestra boca al suelo,
podéis volveros de su sangre y viento,
descansar en sus bordes,
dormir sin que os despierten
los sonidos del mundo.
Podéis permanecer quietos, eternos,
clavados con agujas
al quicio de la nada”.
Mueren tan lentamente las hojas en el suelo.
Raúl Quinto, La grieta de la carne.
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pepe
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