Y sin embargo ahora sabe
que sus manos no son nudos ni raíces,
que su cuerpo afilado
es un cuerpo más entre cuerpos que se elevan
y caen a ras de sombra,
uno más entre esos ángeles biliosos que buscan el cielo
y se tienden como tablas en el agua,
deseando en secreto
transformarse
alguna noche
en alimento
para
náufragos.
Laia López Manrique, en revista digital poe+ otoño 2009
pepe
4 comentarios:
Totalmente hermoso... Gracias por compartirlo.
Saludos.
Precioso.
muchas gracias...
rebesos
ole.
muás,
ò.
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